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Derechos Humanos y Comisión de la Verdad

Jeisson Castiblanco

“La posibilidad de escuchar las experiencias y diferentes verdades de los actores involucrados, en especial de las víctimas, son formas de conducir a bandos enemigos, víctimas y victimarios a un acuerdo común sobre los valores y principios futuros en el que, sin duda, los DDHH deberían ocupar un lugar central”

Tras la Segunda Guerra Mundial los derechos humanos fueron tomando, de forma progresiva, un lugar central en el orden de internacional. Aunque la idea de crear instituciones sólidas y efectivas para su reconocimiento y protección estuvo presente en gran parte del mundo, su historia ha estado llena de avances, estancamientos y retrocesos en un contexto de guerra fría, regímenes autoritarios y guerras civiles. Sin embargo, desde la década de los setenta, y con mayor fuerza entre los ochentas y noventas, iniciaron múltiples procesos de transición de regímenes autoritarios hacia democracias que tuvieron como uno de sus componentes centrales la promoción de los derechos humanos (DDHH). Bajo este marco es que surgen las Comisiones de la Verdad como instituciones que, aunque de alcance diverso, giraron alrededor de buscar la verdad sobre abusos pasados con el fin de reconocer la dignidad de las víctimas, defender los DDHH y contribuir al cambio social. Pese a cuestionamientos sobre su legitimidad y eficacia en lograr sus objetivos, en países inmersos en procesos de transición hacia democracias o escenarios de posconflicto, las Comisiones de la Verdad tienen un gran potencial como instituciones que inician o fortalecen procesos de reconocimiento y protección de los DDHH porque, en primer lugar, propician la superación del pasado mediante el enfrentamiento crítico de la sociedad contra los graves hechos de violencia en un período determinado. En segundo lugar, al esclarecer los factores estructurales que permitieron o causaron directamente violaciones a los DDHH, sirven como base para acciones concretas orientadas a enfrentar las causas de dichas trasgresiones y, por último, ayudan a impulsar la narrativa discursiva de los DDHH.


Una mirada hacia el pasado


Las Comisiones de la Verdad están estrechamente vinculadas con la agenda de los DDHH. En efecto, en los casos de transición, como Chile, los sectores políticos democráticos, sabían que su legitimidad dependía, en parte, de un efectivo compromiso con los DDHH (Cueva, 2011). De forma similar, tras la finalización de conflictos internos como el colombiano, o de sistemas como el apartheid en Sudáfrica, los DDHH tomaron un lugar central en las políticas de justicia transicional. Así, mientras algunas comisiones tuvieron como propósito apoyar la investigación y el juzgamiento, otras se dedicaron a reconstruir el contexto general en que ocurrieron las violaciones a los DDHH (Jaramillo, 2016).


Conocer y reflexionar sobre el pasado, sobre el qué y por qué de los hechos, es una tarea común de las comisiones. No obstante, es un ejercicio que implica un compromiso de autoconocimiento de la misma sociedad que muchas veces resulta doloroso, complejo e incómodo, pero, sin duda, es un proceso totalmente necesario. Impulsar la superación del pasado supone para la sociedad nacional, el enfrentamiento crítico con los graves hechos de violencia en un período determinado, buscando formas de reparar los daños causados y procurar evitar su repetición en el futuro (Cuya, 2001). En consecuencia, omitir o limitar el papel de las comisiones es impedir la posibilidad de construir una plataforma que permita el encuentro entre grupos para reafirmar las normas y valores de la comunidad, de tal forma que pueda conducir a restaurar la armonía perdida y alcanzar la cohesión social (Tavuchis, 1991). Así, en los países en que se han desarrollado comisiones, que cuenta con una valoración positiva de la población, existe una mejora en la situación política (Sikkink & Booth- Walling, 2007), un incremento en la valoración y el respeto por los DDHH (Beristain et al.,2010), mayores niveles de confianza institucional (Bar-Tal, 2011) y entre grupos (Gibson, 2004), gracias, en gran parte, a que los cauces institucionales son capaces de albergar las demandas de justicia y reparación. En últimas, las comisiones funcionan como una bisagra, de forma simultáneamente sirven como un mecanismo de cerramiento y apertura, de legitimación de un proceso y de configuración de un nuevo comienzo, sobre la base de la asignación de la responsabilidad de la violencia y los mecanismos de reparación de los daños (Castillejo, 2015)


Construyendo el futuro


La razón esencial de mirar hacia el pasado, de recoger las diferentes memorias del conflicto, de escuchar y reflexionar sobre las violaciones de los DDHH vividas por las víctimas es, precisamente, evitar en el futuro la repetición de tales actos. Esclarecer los hechos del pasado no solo tiene el objetivo de reconocer las memorias del conflicto sino también de servir como insumo para acciones concretas orientadas a enfrentar las causas de las trasgresiones de los DDHH. Como sostienen algunos autores, la construcción de la verdad no es la principal función de una Comisión de la Verdad, sino la promoción y el fortalecimiento de un nuevo régimen de verdad que se oponga al que ha sido construido mediante el ejercicio violento (Ruiz, 2018).


La comprensión de los factores y condiciones estructurales que posibilitaron o promovieron violaciones hacia los DDHH, la identificación de las responsabilidades colectivas y diferenciación del impacto humano y social del conflicto, son componentes imprescindibles para el diseño e implementación de políticas públicas efectivas que garanticen el respeto de los DDHH. En últimas, las comisiones ofrecen a la sociedad una explicación amplia de la complejidad del conflicto armado. Así, en conflictos tan extensos y complejos como el colombiano la Comisión de la Verdad tiene la facultad de contribuir a sentar bases sólidas para la no repetición.


Narrativas, Comisiones de la Verdad y DDHH


Las comisiones pueden servir para construir narrativas que promuevan o fortalezcan el discurso de los DDHH. En situaciones de guerra, regímenes autoritarios o conflictos violentos internos se tienden a provocar una devaluación general de la vida humana, y con ella, a una normalización e indiferencia por parte de la sociedad frente a hechos atroces. Con el apoyo y legitimidad suficientes, las comisiones pueden ayudar a destruir, evidenciar, desvelar narrativas y relatos que propician, intencionalmente o no, violaciones hacia los DDHH. La posibilidad de escuchar las experiencias y diferentes verdades de los actores involucrados, en especial de las víctimas, son formas de conducir a bandos enemigos, víctimas y victimarios a un acuerdo común sobre los valores y principios futuros en el que, sin duda, los DDHH deberían ocupar un lugar central. Aunque múltiples autores concuerden en lo problemático de imponer una verdad sobre otras, las comisiones pueden ser mecanismos de reconstrucción histórica que se encargan de la definición, recolección y producción de un saber institucionalmente legitimado sobre el pasado violento de un país (Castillejo, 2015). Por consiguiente, como plataformas para producir y hacer circular discursos, las Comisiones de la Verdad tienen la posibilidad de fortalecer y legitimar el discurso sobre los DDHH. Por ejemplo, las políticas de la memoria implementadas en la justicia transicional y las narrativas de la memoria social, fruto de las comisiones de la verdad, condujeron a la deslegitimación de regímenes autoritarios y al empoderamiento y participación cívica de grupos marginados en los casos de Corea del Sur y de Chile (Ríos, 2017).


En conclusión, las Comisiones de la Verdad tienen un enorme potencial de contribuir como instituciones que inician o fortalecer procesos de reconocimiento y protección de los DDHH. Al servir como un lugar de encuentro de la sociedad, en la que se insta su autoconocimiento, al identificar sus errores y atacar la normalización e indiferencia imperante en muchas casos, contribuye a cimentar bases sólidas de una sociedad en la que los DDHH ocupan un lugar central y, por lo tanto, a construir contextos en las que acciones contrarias de los diferentes actores hacia los DDHH no son toleradas. En esa misma línea, el fortalecimiento de un discurso en torno a los DDHH dentro de la sociedad y de los regímenes, puede impulsar la configuración de un conjunto de condiciones en la que la protección de los DDHH sea priorizada sobre cualquier otro objetivo.



 

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